El crimen del padre Mugica a manos de Almirón.



JUICIO AL CUSTODIO DE ISABEL

El crimen del padre Mugica a manos de Almirón

La noche del 11 de mayo de 1974 le pegó cinco tiros en el abdomen y en el pulmón, frente a la parroquia San Francisco Solano. Miguel Bonasso.


Miguel Bonasso
23.03.2008
Fue arrestado en un pueblo de Valencia el Día de los Santos Inocentes del año 2006. Lucía el pelo cano, ya no llevaba la barba renegrida que usaba la noche del 11 de mayo de 1974, cuando se acercó al padre Carlos Mugica y le pegó cinco tiros en el abdomen y en el pulmón, frente a la parroquia San Francisco Solano, donde el curita tercermundista ayudaba a su compañero y amigo, el padre Vernazza.

El sacerdote, que había nacido en cuna oligárquica pero había elegido “ser la voz de los que no tienen voz”, llegó moribundo pero consciente al hospital y, según relataría Vernazza, alcanzó a perdonar a sus asesinos. Incluyendo a ese hombre de barba que lo remató por la espalda y que fue detenido por la policía española hace quince meses: el ex subcomisario Rodolfo Almirón, que de día oficiaba como jefe de la custodia de la señora vicepresidenta María Estela Martínez Cartas de Perón y de noche era el jefe operativo de la Alianza Anticomunista Argentina. La Triple A.

Gobernaba el país el teniente general Juan Domingo Perón y las Tres A tuvieron la astucia de no reivindicar el asesinato, para inclinar las sospechas hacia los Montoneros, con los que Carlitos había tenido diferencias. El propio Mario Firmenich escribió tres artículos en el diario Noticias para relatar su añeja amistad con el cura y desmentir la especie que estaban echando a rodar los propios instigadores del crimen. Mugica mismo lo había profetizado en una charla entre compañeros, allá en su capilla de Cristo Obrero, en la villa de Retiro: “López Rega me va a matar”. Sabía por qué lo decía: había trabajado un tiempo breve y ad honórem en el Ministerio de Bienestar Social y lo que vio lo hizo replegarse asqueado.

El semanario El Caudillo, que solía destacar en amplios libelos a los que más tarde aparecerían acribillados, lo había sentenciado en un editorial. Más tarde se supo que había sido la Triple A y que Almirón había apretado el gatillo.

Una noche de 1993, en Buenos Aires, mantuve un diálogo telefónico con otro sacerdote que había influido mucho sobre Mugica, el confesor de Eva Perón, Hernán Benítez. Estaba muy viejo y cercano a la muerte, pero conservaba una envidiable lucidez.

–Para usted, ¿quién asesinó a Carlos? –me preguntó, dando por sobrentendida la respuesta.

–La Triple A.

–Sí… pero ¿quién le disparó?

–El subcomisario Almirón.

–Correcto. Es lo que sabe la propia Iglesia. ¿Y qué era entonces el subcomisario Almirón?

–El jefe de la custodia de Isabel Perón.

–Ajá… Y dígame: ¿usted cree en el carácter transitivo?
La secuencia, estremecedora, me retrotrajo a los días que siguieron al asesinato de Carlos. A otra noche, caminando bajo los paraísos de la calle Melo, con el cerebro de la Constitución del 49, don Arturo Sampay. El viejo constitucionalista, que había participado en el nacimiento del peronismo, me tomó del brazo y me dijo en voz muy baja, mirando hacia los costados: “Éste es un crimen demasiado inteligente como para que se le haya ocurrido a López Rega, que es una bestia. Este crimen está pensado para dividirlos, enfrentarlos entre sí y destruirlos. Acuérdese”.

Dos meses antes de asesinar a Mugica, la Triple A le había volado el auto al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, que salvó la vida pero quedó gravemente herido. Después de Mugica, la organización fascista, amparada desde el Estado por el gobierno “constitucional” de Isabelita, acribilló con saña a mil quinientos ciudadanos, que solían aparecer desfondados a tiros en los bosques de Ezeiza. Como el ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López, al que le metieron 130 balazos. O Julio Troxler, que se había salvado milagrosamente de la Operación Masacre de los basurales y vino a morir, indefenso, durante un gobierno “peronista”. O el diputado en ejercicio Rodolfo Ortega Peña, al que mataron cuando se bajaba de un taxi a la vuelta de una comisaría. O el profesor Silvio Frondizi, hermano del ex presidente Arturo, al que se llevaron junto con su yerno. Mil quinientos asesinados en menos de dos años. Hasta que los militares decidieron que el terrorismo de Estado era algo demasiado serio para dejarlo en manos del cabo López Rega y resolvieron, como diría Walsh, convertir a las tres armas en las Tres A.

Pero López Rega les había abonado el terreno reclutando a policías corruptos y criminales, como Almirón; su suegro, el subcomisario Juan Ramón Morales, y otros de la misma laya, que, como dice Horacio Verbitsky en su libro Ezeiza, “habían sido dados de baja deshonrosamente de la Policía Federal, procesados y encarcelados por ladrones, mexicanos, coimeros, contrabandistas, traficantes de drogas y tratantes de blancas”.

En junio de 1975, el Brujo debió abandonar el poder y marchar a España, custodiado por un grupo selecto de sicarios entre los que sobresalía Almirón. Que también lo acompañó en su fuga a Suiza y al que se le perdió el rastro hasta que, en marzo de 1983, el semanario español Cambio 16 denunció que era el jefe de la custodia del cacique gallego Manuel Fraga Iribarne, el fundador del actual Partido Popular. Almirón debía pesar y Fraga más, porque el actual alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que actuaba entonces como abogado del jefe operativo de la Triple A, ordenó el secuestro de la revista. Cambio no se amilanó y sacó una segunda tapa explosiva: “Escándalo Almirón: Fraga protege a un criminal”. Ruiz Gallardón ordenó un segundo secuestro, pero cuando se hizo efectivo la revista ya había vendido medio millón de ejemplares.

Almirón, protegido por sus poderosos amigos de una derecha supuestamente liberal y civilizada, logró esconderse durante más de veinte años, hasta que el juez federal argentino Norberto Oyarbide pidió su extradición, que fue concedida por la Audiencia Nacional y el Consejo de Ministros de España. Pronto estará en Comodoro Py para dar cuenta de sus crímenes y de sus influyentes contactos internacionales.

Mientras tanto los argentinos residentes en España piden que sean citados a declarar el actual alcalde de Madrid y la ex presidenta de la Argentina, Isabel Perón, cuya situación procesal se encuentra a estudio de Oyarbide.

Esperemos que, mientras tanto, Almirón no cometa la grosería de suicidarse o ser suicidado, como sus colegas el ex prefecto Héctor Febres y el teniente coronel Paul Alberto Navone.

Fuente:www.criticadigital.com
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Don Manuel Fraga Iribarne, fundador de "GOD.SA"

La Sorda dijo...

Que tal? La verdad me gusto mucho tu comentario porque es el que mas se acerca a la verdad de todos los que andan dando vuelta en la red.
Te felicito, y te cuento que soy el manager de una banda que se llama LA SORDA y somos de Villa Luro (Capital) y tenemos un tema que se titula "Corazon de Metal" el cual esta dedicado al Padre Carlos Mugica. Te queria hacer una pregunta, Viste que Gaaston Pauls esta haciendo un documental-pelicula sobre la vida del Padre Mugica y nos gustaria que nuestro tema este en dicho documental, tenes idea de como hacerle llegar el material? Te dejo un video para que escuches la cancion a ver que te parece.

http://www.lasorda.com.ar/audio.html

Desde ya muchas gracias y hasta pronto!!

Gustavo

 
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