LANUS CAMPEÓN APERTURA 2007 (Diario Ole)









LANUS, EL MEJOR
Decí campeón

Ni 70 ni 30: todo del Grana, que dio la vuelta en la Bombonera, hito para un pueblo que terminó pipón pipón gracias a un equipo histórico.



ANDRES GOMEZ FRANCO afranco@ole.com.ar


El treintañero baja al trote, con el "porque este año de Lanús Este, de Lanús Este, salió el nuevo campeón" escurriéndosele por las comisuras. Las lágrimas lo tienen acorralado. Y lo vencen una vez dentro del vestuario, zona liberada, al fin, para descargar tanta pasión contenida en platea extranjera. Privilegiado "amigo de", testigo ocular del frenesí VIP. La utopía perseguida durante casi 93 años al fin se hace añicos y los verdugos de la quimera piden "un minuto de silencio, para Banfield que está muerto". Y ea ea ea ea, ea ea ea é, sí. Al ritmo del bombo manipulado por Flores, y el redoblante de Mauricio Romero, vástago del club, hincha "y aparte amigo de varios de los chicos", de los más esfervecentes. Ojo, ni compite con Blanco, envidia de varios, que mira y toca, y vaya que si lo hace porque no la suelta en ningún momento a la Copa Cablevisión. A Benítez y su peluca multicolor no le importa. Está compenetrado en agitar y dejarse agitar. Porque hay motivos para el zamarreo. Lanús es el campéon, el campeón del pueblo, granate y de otros colores, porque también es el campeón simpático, y un campeón que encima juega lindo. Un hito que justifica el vaho y, por ende, la incansable repetición de bocanadas y pieles pegajosas. Como la da Cabrero, más sudado que cuando al principio del torneo su Grana apenas tenía un punto de nueve. "Mírenme, muchachos, no puedo hablar, no puedo más", implora superado por la emoción, pero cede ante la insistencia de la decena de periodistas (muchos paracaidistas) in situ, que tratan de conseguir testimonios trillados pero para la historia al fin, pese al "cantemos todo que Lanús está de fiesta, cantemos todos que Lanús es carnaval, cantemos todo que La Boca está luto" y ya sabemos cómo sigue la dedicatoria a quienes no cedieron una segunda bandeja y a quienes se empacaron en boicotear la fiesta a la europea en la hierba.

Llamativo el look de Bossio: torso al aire, pantalón largo, medias y ojotas. Y el trofeo descansando entre sus brazos mientras enfila a ese micro que se menea y ruge avisando que "ya se acerca Nochebuena, ya se acerca Navidad, para todos los de Banfield, el regalo de papá". Valeri, en tanto, todavía sigue perdido entre la bruma de vestuario (y eso que nadie abrió una ducha) contando que "esto se disfruta el triple, porque acá jugás con el amigo de Inferiores". Y se nota.

En Arias y Guidi, mientras, 40.000 almas extasiadas aguardan la llegada del equipo de los milagros. La Fortaleza está más custodiada que nunca, luce repleta. La voz del estadio insiste (sin éxito) en pedirle "a los hinchas que están en el campo que vuelvan a las tribunas". Resignada, acude al apoyo ¡de la popular! Igual, no hay caso. Los héroes, ansiosos, ya no aguardan y saltan 21.16 a abrazarse a esa multitud. Pero el caos se entromete rápidamente, Ramón termina cabrero con los groupies que intentan desvalijarlo de atuendos, y raja con el estruendoso oy, oy, oy, oy de fondo. Biglieri casi termina a los bifes por un contexto similar. Así pues, la fiesta dura unos efímeros diez minutos. El jueves, a las 20, habrá revancha más organizada. Aunque 2 de diciembre de 2007 habrá uno solo. Porque en la Bombonera, ni 70 ni 30: 100% Lanús. Pipón pipón...

LANUS: YO DIGO Me moría de ganas de estar
SEBASTIAN LETO. Volante del Liverpool inglés.

Que los chicos hayan conseguido este título me pone tan contento que hasta me moría de ganas de estar ahí, con ellos, en La Boca. Pese a la diferencia horaria que hay con Inglaterra seguí la campaña por Internet, y a veces por una señal del cable español. Cada tanto, je, se caía la imagen, y entonces me iba a la página de Olé, para chequear el resultado. Fue impresionante también lo de la gente, todo el apoyo de visitante, el de siempre de local, durante la campaña, y para mí, más allá de lo que muchos dicen, este campeonato no es una sorpresa. Yo jugué con este equipo y sabía lo que podía dar. Lanús es un gran campeón.

El crack del barrio

Diego Valeri, fenómeno de la cantera, mostró sus sentimientos post-vuelta: "No lo puedo creer, salí campeón con mis amigos de toda la vida y eso no lo paga nadie".


ARIEL CRISTOFALO acristofalo@ole.com.ar

Tal vez la delicadeza que tiene para tratar a la esférica pretendiente de tiento sea un fiel reflejo de sus orígenes más distantes en el tiempo. Tal vez esa delicadeza para jugar sea la misma con la que una madre (sí, una madre) le podría enseñar a su hijito a patear una pelota si imagináramos el insólito —casi chocante— caso. El idioma futbolístico que habla Diego Valeri se ha ido metamorfoseando en las Inferiores granates hasta su salto a la Primera, pero probablemente la lengua madre de Pelusa es justamente la que le enseñó alguna vez Mónica, su mamá, quien fuera además la que lo llevó por primera vez a practicar a Guidi y Arias.

Tal vez la anafórica delicadeza adjudicada tenga algunas aspiraciones de homenaje, de ilustración, para su ídolo máximo, Juan Román Riquelme. Tal vez la delicadeza que tenga para jugar también sea un fiel reflejo de la sutil pluma de Eduardo Galeano y el Negro Dolina, sólo algunos de los escritores preferidos de Diego. Tal vez ese cúmulo de posibilidades pinten al mejor jugador del campeonato argentino. Con el paso de las fechas de este Apertura, la valorización fue tomando un carácter más y más lícito. De posible revelación pasó a ser directamente el mejor de todos, y es irrefutable. Y pensar que hace dos años una rotura de ligamentos cruzados en la rodilla derecha lo mantuvo inactivo durante nueve meses. Y pensar, también, que una vez recuperado, se rompió los meniscos y tuvo que volver al quirófano. Hoy, campeón de campeones, los malos recuerdos de su itinerario futbolístico forman parte de una reminiscencia amarga y archivada por completo. Hoy son todas rosas. Hoy este Pelusa también vale diez palos verdes. Y la tasa de valores ya no parece descabellada, simplemente porque es el mejor. Y si el Atlético de Madrid o la Juventus, por poner dos ejemplos actuales, quieren llevárselo van a tener que esmerarse mucho. Y ojo, que la tranquilidad, simpleza y sutileza que tiene para con la redonda son los mismos valores que Valeri exterioriza fuera de un campo de juego como para decir que otro de sus sueños es jugar la Copa Libertadores con su Grana querido. Por eso, una de sus primeras frases luego de la mini vuelta olímpica fue: "No lo puedo creer, salí campeón con mis amigos de toda la vida y eso no lo paga nadie. Siempre soñamos esto con Lagos, Biglieri, Pelletieri y ahora se dio. Esto también es para mi vieja, para toda mi familia que me bancó en las malas", contó emocionado, mostrando su ADN en el Sur. Y luego habló de la consagración: "Yo fui alcanzapelotas y nunca se me dio la chance de estar en la cancha con un equipo que peleara un título. Y ahora somos campeones. Por eso esto es para la gente, para el barrio, para todo Lanús".

Tal vez se vaya, tal vez no. De cualquier manera, Diego Valeri ya habrá quedado en la historia grande de Lanús. Dentro de muchos años muchos podrán decir que lo vieron jugar, y recordarán el primer título granate con su imagen.

En boca de todos
Juan Román Riquielme. Su ídolo
"Me encanta cómo juega. Me gustaría algún día poder cambiar la camiseta con él".

Ramón Cabrero. Su técnico
"Diego es un pilar determinante de nuestro equipo. El rival dice: 'Hoy juega Valeri'".

Alejandro Marón. Su presidente
"Antes del torneo valía tres o cuatro millones. Ahora no menos de 12. Hay ofertas...".

Agustín Pelletieri. Su compañero
"Para matar el aburrimiento cada tanto leo algo. Pero en eso, Diego es inalcanzable".
Una vida con la pelota
Diego nació con una pelota entre los pies. Como muestra su álbum familiar, el ahora volante campeón siempre tuvo debilidad por la redonda. Amor inculcado por su madre, Mónica. Claro que, a la par, nunca descuidó el estudio.

Su futuro, en duda

En Lanús todo es locura y alegría. Pero una frase de Valeri alarmó un poquito a los hinchas del Grana. "No sé si sigo en el club. Lanús es mi casa, pero todavía no sé que será de mi vida en el 2008". La idea de los dirigentes es retenerlo para que juegue la Copa Libertadores, pero son muchas las ofertas —la más trascendente es la del Atlético Madrid—- y si alguien pone ocho millones de dólares limpios, es muy difícil que el Grana lo retenga.


LANUS CAMPEON: OPINA Con estos pibes sí se ganan campeonatos...

Este joven plantel sacó provecho de sus chicos y fue el que mejor jugó en todo el Apertura.

ROBERTO PUPPO. Coordinador de Inferiores.

Todo el piberío de Lanús, con Sebastián Blanco a la cabeza, festeja el título en La Boca.

¿Que los pibes ganan partidos y no campeonatos? Esa frase yo no la digo ni la diría nunca. Los de Lanús son pibes y salieron campeones. ¿Por qué? Porque jugaron mejor que todos los equipos, tuvieron el mejor funcionamiento que vi en el torneo, fue uno de los pocos equipos que jugó al fútbol, no hizo un juego amarrete. Estos pibes tienen todo: saben jugar, saben cuál es el funcionamiento adecuado, y hay muy buena capacidad individual que genera un mejor rendimiento colectivo. Y eso se ve en un Valeri, que es uno de los mejores jugadores del fútbol argentino, por capacidad, por destreza, por técnica. Tiene todo lo que se le puede pedir a un jugador. Tiene una técnica de tanto valor que a veces no se la reconocen. Por ejemplo, en el gol de Sand en Rosario, nadie habló de lo que hizo Valeri en la previa, cómo le pegó a la pelota, el efecto que le dio para que falle el arquero. Tiene técnica y destreza, le sabe pegar a la pelota, tiene despliegue, ¿qué más le podés pedir a un jugador que además recién tiene 21 años?

Después explotó Acosta, con 19. Un jugador que tiene rapidez, velocidad. Y en el fútbol de hoy si no se llega al gol por desequilibrio individual o por velocidad, se llega por técnica. Además, apareció Blanco (19), que los acompaña a la perfección. Pelletieri (25) y Fritzler (21) quitan la pelota y no la rifan. Eso es importantísimo porque hace que Lanús la tenga siempre.

Por otra parte, el equipo suplió con capacidad a los que se fueron, y eso genera una buena base de equipo. No tengo ninguna duda de que los pibes ganan campeonatos y de que estos pibes de Lanús lo ganaron muy merecidamente.


24. Promedio de edad
Junto con el San Lorenzo de Ramón (que es un mes más chico), Lanús tiene uno de los planteles campeones más jóvenes de los últimos años. El Boca 06 tenía un promedio de 25 años y 10 meses. Y el Estudiantes 06: 25 y 4.
2 campeones Sub 20
Además del título de ayer, Lautaro Acosta y Leonardo Sigali también fueron campeones en el Mundial Sub 20 de Canadá, en julio. Pero el año del Osito tiene otra particularidad: en el Clausura descendió con Chicago...

LANUS CAMPEON
El gol del campeonato

A los 36 minutos del primer tiempo, José Sand hizo el tanto más importante de su carrera y de la historia de Lanús. El cabezazo de la vuelta olímpica... Inolvidable.

ARIEL CRISTOFALO acristofalo@ole.com.ar


De un lado... Pepe impacta la pelota. Silvestre sopla por un esfuerzo que fue en vano. Palermo y Pelletieri ya se pasaron.

Nunca lo va a olvidar... Nunca lo van a olvidar.

Ese córner a los 36 minutos del primer tiempo, provocado por un centro cerrado de Acosta que manoteó Caranta.

Ese arco de la Bombonera, mítico, el más cercano a Casa Amarilla.

Ese centro de Diego Valeri, perfecto, con la fuerza y la comba ideales.

Ese salto de Palermo, quien no pudo rechazar, y de Pelletieri, quien no consiguió conectar.

Ese movimiento para dejar pagando a Silvestre, su marca en un área poblada.

Ese estéril minivuelo y más estéril aún manotazo de Caranta.

Ese cabezazo, en definitiva. Perfecto, con el cuerpo arqueado para impactar la pelota a tiempo y darle potencia. De arriba hacia abajo. De goleador. Con los brazos abiertos para mantener el equilibrio del cuerpo. Con la intuición, y la liga también, para estar ahí, en el momento justo y en el lugar indicado. Con el parietal izquierdo, casi con la nuca... Con la cabeza. ¡Qué importa a esta altura!

Es ese José Sand, el que metió nada menos que el gol del campeonato.

Hasta este domingo glorioso, antes de la consagración, los jugadores habían votado para Olé los tantos fundamentales de la campaña. Entonces, optaron por el de Valeri a Central y el de Nelson Benítez a Gimnasia La Plata como los más lindos. El de Fritzler a Tigre y los de Sand a Banfield como algunos de los más gritados. O el de Malingas Jiménez (dos títulos en el 2007) a Estudiantes como uno determinante. Ninguno va a alcanzar la inmortalidad de éste, del último de una campaña única. Ninguno de los 34 en el Apertura logrará sacarle el número 1 del podio al cabezazo de Pepe en la mismísima Bombonera.

En el recorrido de un campeón se recuerdan todas las imágenes. Incluso las que parecen insignificantes. Hay figuras, laburo silencioso, grandes partidos, dudas y certezas. Y también, un gol del campeonato. El que hizo Sand.


DE FRENTE: LANUS CAMPEON
Aquella noche que te conocí

La historia de un romance con la más linda de todas, la granate. El grito de una ciudad vestida para ser feliz...

MARTIN MACCHIAVELLO mmacchiavello@ole.com.ar
Graieb, a los 33 años, vio cómo se consumó un verdadero milagro. 'Ahora tengo que ir caminando a Luján', prometió.

Era de plástico. Rústica. Costosa de flamear. Pero la primera, creo. Me vistieron, me embanderaron para la foto, sin escapatoria. Año 76, de otra vuelta a Primera. Llegó después la de tela, con el más hermoso de los escudos que haya visto. Ese que mi primo me dibujó en el guardapolvos, gigante, para lucir en Córdoba, en el viaje de egresados. Flameaba más suave. Me la compraron mis viejos, en un puestito callejero frente a la Sede, en la previa a los festejos contra Comu. Fue ayer. Dejábamos la C. En el 81. Anoche me acosté con ellas. Anoche fue noche de recuerdos. Nos reencontramos en la esquina del sueño de todos. En Guidi y Arias, la de casa. No fui solo. Toda la ciudad me envalentonó después de la épica vuelta en la mítica y caliente Bombonera. Hacía mucho que te había declarado todo lo que por vos sentía. Te lo canté. Sentimiento de barrio, sincero, de luz tenue, sufrido como pocos. De Roca, de 9 de Julio. Y me perdí como un Romeo suburbano por cada uno de los rincones del Ascenso. Del Interior. De Sudamérica. Fui con mi camiseta de piqué, me senté en el escolar, en esas combis con aromas jamaiquinos, en un avión. Y volví a arrancar. Todo por vos. Por tenerte de nuevo. Si lo supieras...

Eramos pocos aunque estábamos todos. Y entre tanta lágrima suelta, no sé si me animé a decirte que había vuelto. Con los chicos. Con los grandes. Yo sabía. Era ahora o nunca. No se nos podía escapar. Mi mamá había cambiado las sábanas a la mañana. Era fija. Y El Viejo Lobo de Mar me lo anunciaba desde aquel desgastado cassette con los goles a Riestra. El recorrido se hizo eterno. Pasé por la Primaria, en Escalada. Unico del palo entre tanto pingüino vecino. Los cargo. Me cargan. Les dejo mi folklórico respeto. Toco y me voy. Como estos pibes, vamos los pibes, de Ramón. En mi despedida, muy en el fondo de mi corazón (bien atrás), quiero que, a ellos, también se les dé. Para que sepan cómo se siente. Conocen bien la dureza del sábado. Mataderos, Casanova, Campana, los gases contra Racing de la mano de mi abuelo, las batallas con Talleres, El Porve, Los Andes. Raro ver cascotes más grandes. Imposible no seguirte a todas partes. O exigirle a mi papá que faltase al colegio para que me llevase a verte en una derrota segura. Pero había que estar. Como fuese. Recorriendo el país con el Nacional B. O América, con la bendita y envidiada Conmebol. ¿Dónde habré dejado el pasaporte? Por vos me perdí bautismos, casamientos, cumpleaños, curvas... Por eso gané tanto tablón y balas de goma. Por eso, por su cercanía, gocé tanto el Piedrabuena, Secundario ultragranate. Por eso enloquecí. Y sin dejar los libros, eh. Por algo acomodaba las materias de la facu para no privarme de tu pasión. Por eso, me llevaba los apuntes a la cancha, porque entre el viaje y el entretiempo, un repasito un día antes del parcial se bancaba... ¿O acaso no cortaba mis vacaciones para aplaudirte, con los suplentes, en Necochea por la Copa Libertad? ¿O acaso no me enfermaba para verte ganar otro clásico, amistoso, en Tandil, sólo por el honor? ¿O acaso, desde Europa, en plena madrugada, no dejaba euros en los teléfonos públicos para saber si habíamos zafado del descenso? Como si no me hubiese ido al Vaticano, con tus colores adheridos a mi piel, para rogarle a Dios que, cuando pudiese...

Estás igual, eh. Con tus casi 93 añitos y todo. Lo sabés. Tu casaca granate me fascina. Hasta Diego la defiende. Aunque ya quedaste en cueros y pasaste por varios brazos. Pero me miraste fijo. Y me desataste el alma angustiada. Y te besé. Y te dije gracias. Gracias por hacerme arrancar de la lengua esa palabra contenida, por hacerme campeón. Por volver a dormir abrazado a mis banderas, a ese escudo maravilloso, a los recuerdos que vendrán. Por hacer feliz a toda una ciudad. Y gracias por demostrarle al fútbol, con el pecho bien caliente y sudado, con orgullosa identidad, con la bocha contra el piso, el cuore en la boca y tanta lágrima derramada, quién es el único y verdadero Capo del Sur.

Walter Coyette, un ex Lanús que no se lo perdió
Los méritos del equipo
"Pelear el torneo siempre es difícil porque se sabe que están los equipos grandes. Pero últimamente los campeonatos están muy parejos. Lanús supo aprovechar eso".

Identificado con el Grana
"Yo nací acá, jugué y por eso tengo relación todavía con algunos jugadores como Ribonetto o Pelle. Estoy feliz por el título y por mi hijo, a quien pude llevar a la cancha".

LANUS CAMPEON
La fiesta fue en casa

Unos 15.000 hinchas coparon el estadio de Lanús y siguieron la consagración en una pantalla gigante. La locura Granate se desató cuando Barzola embocó a Tigre.



CRISTIAN DEFEO cdefeo@ole.com.ar


La gente no se quería perder la fiesta por nada y copó las tribunas y el campo de juego.
El título era un hecho y la emoción le ganó a la euforia. Muchas lágrimas de alegría.
Los hinchas coparon el campo de juego para ver el partido.

El pibe, de cinco años, estaba arriba de los hombros de su papá. Cuando Pezzotta pitó el final, el padre se quebró y el chico no sabía cómo consolarlo, hasta que también comenzó a llorar, desconsolado. "Ya lo vas a entender", le dijo y tardó varios minutos en lograr que el chico aceptara que las lágrimas eran de alegría. Así, con esta tensión, se vivió el partido desde la cancha de Lanús, que ante la decisión de Boca de sólo entregar 2.770 localidades, optaron trasladarse al estadio propio para vivir el partido desde una pantalla gigante.

Aunque sólo era necesario un punto para dar la vuelta, la gente estuvo contenida y seguía casi en silencio las alternativas del encuentro, pero toda esa alegría contenida y esas ganas de festejar un título por primera vez en la vida se desataron cuando Barzola embocó el penal que dejó KO a Tigre en la cancha de Argentinos. A partir de ahí todo fue alegría y cantos, especialmente hacia su archirrival Banfield. A tal punto que el más insultado fue Dátolo y hasta congelaron la imagen del cambio en la Bombonera para pegarle un poquito más.

Sand fue el héroe y eran ensordecedores los gritos cada vez que el delantero copaba la pantalla. También hubo ovaciones para Cabrero y varios empezaron a caer en lo que estaba sucediendo cuando vieron a Donato Villani llorando, abrazando a cada uno de todos los suplentes minutos antes del final del partido.

Las populares costaban 14 pesos y la gente copó las dos cabeceras y la platea Esquiú ya la pantalla estaba en la platea oficial. También había muchísima gente en el campo de juego esperando que se hiciera realidad la leyenda de una de las banderas. "El milagro puede suceder hoy". Y sucedió. Después, cuando se enteraron de que el plantel daría allí la vuelta, abrieron las puertas y la cancha se llenó.

Los hits
Corazón en la Bombonera. Aliento a distancia
"En la cancha de Boca, vamos a ganar, y la vuelta, y la vuelta vamo' a dar".

Dedicatoria para Banfield. El Grana ya salió campeón
"Se lo dedicamos Banfield que no da una vuelta desde que nació".

Flores para el técnico. Un himno que se repite
"Oy oy oy oy, oy oy oy oy, es el equipo de Ramón/ Oy oy oy oy, oy oy....".

LANUS CAMPEON: RAMON CABRERO
"Ahora me puedo retirar tranquilo"

El DT, bañado en lágrimas y en gloria, se emocionó "por darle una alegría a la gente que me cruzo a la vuelta de mi casa". Este es el nuevo prócer.



ALEJANDRO LUGO glugo@ole.com.ar


Valen esas lágrimas... ¡Valen un título! La emoción invadió a Ramonín y a Villani tras el pitazo final. 'Ser campeón acá es diferente a todo', dijo el técnico.

No hay, no existen, no se crearon aún manos capaces de contener semejante emoción. Ramón Cabrero lo comprueba al llevarse las palmas a la cara para cubrirse, para tratar, infructuosamente, de apresar a esas lágrimas que le brotaban desde el alma. Las mechas de color ceniza, innumerables veces alisadas hacia atrás con movimientos mecánicos durante el partido, le cubrían el rostro. Lo rodeaban los flashes. Y la gloria. Ya palpable, ya eterna.

"Esto es para todos, para los que estuvieron acá, para la gente que fue a la cancha de Lanús porque no consiguió entrada y para muchos que están en el cielo. El título sirve para devolver una parte de todo lo que el club me dio. Para mí, es muy fuerte, porque Lanús es mi barrio, y sé que le di una alegría muy grande a gente a la que me voy a encontrar a la vuelta de mi casa... Ahora me puedo retirar tranquilo, no es lo mismo salir campeón acá que con otro equipo".

Pero no, Ramonín, no se vaya, quédese a gozar...

El prócer de Lanús nació hace 60 años en Santander, llegó a la Argentina a los cuatro años y se enquistó en el barrio a los diez. Vive a ocho cuadras de la cancha y no hay tardecita que falte a la cita en la pizzería Las Palmas 2000, ahí, en la céntrica 9 de Julio, con el cafecito y la charla con los muchachos de toda la vida. Ahora, como técnico campeón, y siempre, porque durante una década estuvo alejado del fútbol, agotado por circunstancias injustas, lapso durante el cual puso un local de ropa para niños ahí, en el barrio, obvio. "Pero Lanús me rescató", recuerda el hombre que integró un equipo Granate que hizo historia a fines de los ''60 y a quien apodaban Calesita. "Imaginate por qué, ja", bromea, feliz, extasiado. Llegó el llamado para que se sumara a trabajar con las Inferiores. Y el destino lo sacó de la conducción de la Cuarta para ubicarlo como técnico interino luego de la renuncia de Gorosito. Pasaron dos años y chirolas. ¿Nada más? Nada más. Y nada menos.

El "oy, oy, oy, oy" es una declaración de afecto genuino, pero también envuelve una realidad. Este Lanús, este campeón, fue "el equipo de Ramón". Porque más allá de esa imagen de abuelo copado, Cabrero supo sostener con equilibrio y valentía los cimientos de un proceso. No amagó con discontinuar su vínculo cuando el club se desprendió de futbolistas como Gioda, Romero, Leto, Fabbiani, Graf o Archubi. Convenció a sus futbolistas de que "hoy en día, para triunfar hay que tener dinámica" y entregó una declaración de principios al sentenciar que "los jóvenes son la realidad, en el fútbol y en otros aspectos también". Y le dio gas, entonces, al 4-4-2. Sin enganche, pero con volantes externos de alto voltaje, un doble cinco aceitado por sus manos —las mismas que usó para trabajar en una fábrica de juntas para coches—, el ojo audaz y preciso para elegir a José Sand y conformar un ataque potente y versátil, y el ensamble de una defensa que se intuía sólida pero que se reforzó con una actitud vigorosa del padre de esta criatura. Porque Ramón no transó, no tribuneó cuando los hinchas casi que pedían la horca para Bossio y Velázquez.

"Me costó mucho dormir en estos 15 días. Fue como un juego mental que tuve conmigo mismo, trataba de no pensar en lo que implicaría salir campeones, porque me ponía mal en serio, mal en el sentido de que me emocionaba, por el amor que le tengo a este club". Ya puede descansar el cuerpo y la mente. Este cielo es real, bien real.

LANUS CAMPEON
A la sombra de la gloria

"No lo puedo creer", se asombró, aunque medido, Zubeldía.



A la derecha del padre, su alumno: 'Un título merecido'.

Mientras los jugadores de Lanús se mezclaban entre abrazos, mientras Ramón Cabrero trotaba y se unía a ese enredo de sueños, mientras la Policía chocaba con los hinchas de Boca que estaban en la primera bandeja, Luis Zubeldía caminaba hacia el túnel, la mirada siempre en el césped, con su carpeta todavía debajo del brazo. Se detuvo, apenas, para observar la pelea entre los fanáticos y la ley. La procesión, el volcán emocional, iba por dentro. Sereno, el ayudante de campo de este glorioso Lanús resumía en esa retirada el papel que cumplió en el campeón. A la sombra, letal. Y mañana será el sucesor...

"Aún no caigo en que hayamos logrado esto", dijo en el vestuario, ya empapado como todos. "Pero es un título merecido", amplió este actor secundario pero de vital relevancia en la conquista. Tan campeón como Pablo Sánchez (PF), José Romero (entrenador de arqueros), Donato Villani y Javier Ríos (médicos), Vasiliy Bogdanov (masajista) y Carlos Benavídez y el Chueco (utileros).

LANUS CAMPEON
Su otro yo

Pelletieri es la extensión de Cabrero en la cancha y la columna del equipo. Al lado de Ramón hizo historia.



ANDRES GOMEZ FRANCO afranco@ole.com.ar


El abrazo del alma, con la Bombonera de fondo, entre el cinco y el técnico que lo resucitó.
En la foto épica que se observa al costado hay dos personas. Y también hay cuatro brazos, dos cabezas y corazones que se encuentran unidos como en un mismo cuerpo. Son las canas de Ramón Cabrero reflejadas en la camiseta cinco de Agustín Pelletieri. Son el técnico y el jugador emblema. Son el veterano y su otro yo que anda flotando por los 25 años.

En la historia de Pelletieri y de Cabrero se encuentra uno de los prólogos de este Lanús campeón. Pelletieri había sido marginado a la Cuarta en los tristes días de Gorosito, y su pase se estaba negociando para ser prestado a un equipo del Ascenso. Un tal Cabrero, que llegó en la emergencia, lo rescató del hibernadero. Lo puso a pelear a la par de Carboni, le devolvió la confianza, le otorgó de a poco responsabilidades y, esencialmente, lo potenció. Este año tuvo su primera convocatoria a la Selección. Fue el mejor jugador del equipo en el primer semestre. Y, antes de la Navidad, lloró en la Bombonera con ese hombre que tiene sus mismas lágrimas.

"Sufrimos porque no estábamos preparados para soportar tanta presión. Valió la pena. Finalizamos un año fantástico", balbuceaba felicidades en el vestuario. No todas sus razones estaban atribuidas al título. Agustín también está a un paso del casamiento.

Pelletieri llegó a Lanús a los 17 años, para jugar en la Quinta, a una edad en la que no es fácil integrarse al mundo de las Inferiores. Su prontuario apenas hablaba de partidos en ligas de barrio, como Mármol, su mundo, su refugio. No hubo tiempo perdido. Porque el 29 de junio de 2003 consiguió lo que no concretan miles de aspirantes a futbolistas: debutó en la Primera, ante Arsenal (0-1).

La última parte del cuento ya es más conocida. Pelletieri fue una de las vértebras del campeón. Jugó 16 partidos. Metió un gol. Tuvo un promedio Olé de 6,44. Apuntaló a los más jóvenes del plantel. "No sé cuántas veces más voy a vivir algo así. Será difícil de superar. Tuvimos el premio por ser el mejor equipo. Fuimos muy inteligentes", resumió méritos. ¿Y Ramón? "El me dio tranquilidad". Agustín le devolvió alegría eterna.

Ellos pudieron hacerlo
Sebastián Salomón. Volante
"Esto es para mi hijo Franco, al que amo con toda mi alma, para mi mujer y mi vieja".

Walter Ribonetto. Defensor
"Lanús es una familia. Esto no se da todos los días. El partido con Tigre fue bisagra".

Lautaro Acosta. Delantero
"Fue un año impresionante. Espero que este 2007 no se termine nunca".

Sebastián Blanco. Volante
"No tengo palabras, todavía no caigo. Somos casi todos chicos del club y se dio".

LANUS CAMPEON
Intimo y campeón

Olé estuvo en la concentración del Granate. Pasá y enterate de cómo se vivió la previa.



ALEJANDRO LUGO glugo@ole.com.ar


Velázquez y Valeri entrando en el Hotel Regente, el búnker.


Los festejos todavía siguen, al igual que la larga peregrinación por los programas de televisión. Hoy todo es alegría, pero ¿cómo fueron las últimas horas de Lanús antes de la consagración en cancha de Boca? Olé durmió en la concentración y te cuenta los detalles de la intimidad del campeón.

El Hotel Regente se abrió para ellos. Sí, los campeones anduvieron por todos lados, con la calma que los caracterizó siempre. Es que el cuerpo técnico les dio vía libre desde que se instalaron (14 hs. del sábado) hasta las 21, cuando fueron a cenar. Algunos se quedaron en las habitaciones jugando a la play o mirando tele. Otros recibieron a familiares en el lobby (a Blanco lo visitó su novia). Varios salieron a pasear: Diego Valeri y Santiago Hoyos por un lado, Nelson Benítez y Claudio Flores por otro. Estos se mandaron por Florida, donde se encontraron con un fana desinformado: "Nos dijo ''vamos que salen campeones, eh´ —cuenta el Chino—. Y después mandó ''¿ustedes son de la A?´".

Cualquier cosa fue buena para matar el aburrimiento. Ramón Cabrero y Luis Zubeldía miraron en el entrepiso el partido entre Gimnasia (J) y Newell´s, debatiendo sobre las jugadas con cafecito en mano. Y tampoco faltaron los masajes del ruso Vasiliy Bogdanov (Sand tuvo una hora de sesión), quien es el blanco de las cargadas. "Vieron que en el hotel de al lado está el equipo femenino de voly de Bancfield", tiró. Y Salomón le mandó: "Voleeey se dice, ruso, no voly".

A la hora de la cena también hubo fútbol. El choque entre Banfield y San Lorenzo se plasmó en los televisores, mientras corría pizza y carne al horno con papas. Ahí la rompió Salomón, junto a Flores y Benítez (mesas de a tres), iniciando las bromas y cantando el feliz cumpleaños para Bossio, quien el sábado cumplió 34 (torta de postre). Luego de comer, a las habitaciones, en las que concentran de a dos, para ver tele, jugar al winning eleven —los mejores son Valeri, Velázquez y Pelletieri— y dormir.

Ayer, el primero en levantarse fue el uruguayo Flores, hombre de termo bajo el brazo, quien pidió agua para el mate. Luego bajaron a desayunar (era opcional) Benítez y Graieb. Y mientras la mayoría dormía, Blanco fue a comprar Olé para leerlo sentado en la escalinata del hotel junto a Salomón. Había que hacer tiempo hasta las 11.30, cuando Cabrero dio la charla —duró 12''— en el salón Del Lago. A las 13, llegó el almuerzo, en el que se ofrecían fideos con oliva, pollo y queso y dulce. Pasaron un rato por las habitaciones y a las 15.20 subieron al micro, con bombos y redoblantes, hacia el gran partido de sus vidas.



Los Ramones

El Grana se consagró en la Bombonera pero el campeón se fue formando de a poco, con la mano de Cabrero.



ADRIAN PIEDRABUENA apiedrabuena@ole.com.ar

La tentación es tan grande como esa Bombonera que brama de un lado y del otro. Porque siempre el triunfo de los menos es conmovedor. Por la sangre, el sudor y las lágrimas que se necesitan para, alguna bendita vez, escribir la historia a su gusto, sin dictados. No cualquiera, a lo largo de su vida, llega al cielo aún pisando la tierra. Eso es hacer historia, ni más ni menos. Por eso, que Lanús, un equipo chico de corazón grande, haya dejado de rodillas a los poderosos de turno, invita al festejo ajeno. Cómo que no... Porque este Lanús campeón, más allá de las rivalidades, representa a los que menos tienen. Y es un ejemplo de que el esfuerzo, el trabajo y la solidaridad siguen siendo valores fundamentales. En la cancha y, sobre todo, fuera de ella.

Los hinchas de Boca, con el orgullo herido, tapan ese grito sagrado que cae de la tercera bandeja. Es lógico, son menos, muchos menos de los que Macri debería haber dejado entrar. Los turistas, que siempre entran, no entienden nada. Ahí abajo, en esa manchita granate entre tanto verde y tanto fotógrafo, hay un grupo de hombrecitos que detienen el tiempo. Y ahí está él, acomodándose una y otra vez el blanco pelo. Qué loco, Ramón Cabrero se alisa las mechas como si fuera un pibe... El creyó en su equipo, mezcla de chicos y de jugadores formados en otras casas, que necesitaban que alguien confiara en ellos. José Sand se la creyó. Y de un entusiasta delantero se convirtió en un estratega del ataque, que sabe cuándo aguantarla de espalda (nadie la protege mejor) y cuándo descargar. Sebastián Blanco, el más chiquito de todos, también se la creyó. Si hace falta dinámica, cambio de ritmo, desequilibrio y llegada al área, al punto del penal, como un nueve inesperado, Blanco está. Si hay que reordenar filas y no pasar para controlar a Alvaro González, Blanco está. Cabrero se la hizo creer a Velázquez (el discutido), que juega el partido de su vida en el partido de su vida. Cabrero creyó en Fritzler y Pelletieri y los rubios creyeron en él. Glotones, recuperan y se la devuelven siempre redondita. Cabrero creó a Valeri. Y el más riquelmeano después de Riquelme hace un par de cositas lindas, pero sin continuidad: no brilla como en otros partidos en los que hizo brillar a todos.

Cabrero creyó en el milagro. Llegó por un camino y se consagró por el otro. Esta vez, ante un Boca distinto, con decisión, el equipo de Ramón no tuvo el control de siempre. Ni la explosión ni el vértigo que lo llevó a ser el más rápido del torneo. Tuvo que dar, como contra Tigre, otra prueba de carácter. Los pibes tuvieron que ser hombres. Lo tuvieron Valeri (mano de Paletta), Blanco (demoró una vida) y Sand (enorme Caranta). La gente despabiló a Boca y los de Russo se les fueron al humo. Empate y sensación de derrota para el campeón (Tigre ya había perdido). Pero no...

Cabrero creyó en Cabrero. En la primavera del 93, cuando esta película no tenía guionista, el hombre de las mechas blancas tocó fondo como DT. Los Andes, en la B, lo empujó a irse por una campaña irregular en un puñado de fechas. Ramón se volvió a su casa. A atender su negocio de ropa canchera en el centro de Lanús. Y estuvo años sin dirigir. En ese momento, Acosta y Blanco estaban en preescolar. Fritzler y Valeri, en 2° grado. Hoyos y Pelletieri, en 6°. Velázquez y Sand, debían empezar la secundaria. A Graieb le faltaban unos meses para debutar (en el fútbol). Ribonetto tenía edad de colimba. Bossio aparecía en Belgrano... El destino los juntó. Lanús, el campeón, los disfrutó. La increíble historia de Ramón y los Ramones está escrita. Para siempre.

El antihéroe que llegó a la gloria

Chiquito Bossio, el gigantón a menudo menospreciado, respondió cada vez que fue necesario.

WALTER VARGAS wvargas@ole.com.ar
El capitán canta con su suplente Flores, Biglieri y Benítez.

Que Bossio haya sido uno de los arqueros más resistidos de la historia de Lanús y hoy sea, chupate esa mandarina, el arquero del Lanús campeón, representa una curiosidad entre miles que constan en los anaqueles futboleros. Abundan películas de esa índole: el muchacho hostigado, insultado, ninguneado, que persevera con bríos sanmartinianos hasta devenir el más piola de la vereda.

Pero mejor examinenos el caso de Chiquito. En descargo de sus detractores (descargo: no justificación del maltrato) debe consignarse que durante un buen tiempo su rendimiento en Lanús resultó como mínimo irregular. Fue allí cuando quedó explicitado su rasgo más negativo: cierta tendencia al blooper.

Dicho esto, repongamos la otra cara de la moneda. Chiquito no es ni el primero ni el último buen arquero con tendencia al blooper. Salvadas las debidas distancias comparte ese rasgo con el Loco Gatti, un portento debajo de los palos. Y más: con los bloopers acumulados por el mismísimo arquero de la Selección, el respetado y acreditado Pato Abbondanzieri, podría armarse un compacto de una hora y pico.

A Chiquito lo perjudica la pinta o, en todo caso, la no pinta. Tiene anatomía de jugador de voley, movimientos de escasa plasticidad, más bien toscos, y para peor usa pantalón largo en las cuatro estaciones. Le da lo mismo Siberia que el Sahara. De tal suerte, sus aciertos se aprecian menos, visten menos, venden menos; mientras sus errores se corresponden con la evidencia de 195 centímetros de austeridad mal entendida y menospreciada.

Recordemos su paso por Estudiantes. ¿Creeremos, por ventura, que los seguidores del Pincha lo aman sólo porque una noche se le ocurrió meter un gol de cabeza? No. Lo aman porque rindió en gran nivel en un equipo campeón de la B Nacional. Lo aman porque atajaba bien contra Gimnasia y contra los grandes. También fue garantía en la Selección Sub 23 que ganó los Panamericanos de 1995, y llamado a resolver dos o tres pelotas clave por partido, fue garantía en este Lanús glorioso.

Bossio es un sencillo héroe de otra época. Un héroe en sepia.


Uno x uno

5,8 de promedio

13—Bossio (5,9): Era el más insultado en el inicio del torneo y se repuso con una inesperada solidez. Sólo cuatro veces le anotaron más de un gol.

4—Graieb (5,2): Mantuvo la regularidad de siempre en defensa y hasta le sumó oficio en ofensiva. Su experiencia, clave.

20—Ribonetto (5,5): Metió un cabezazo ya épico, en Rosario, cuando no se le podía ganar a Central. Una revelación.

17—Hoyos (5,5): Volvió recién en la fecha 12, contra Vélez, por una lesión en los meniscos. Gran complemento del dos.

3—Velázquez (5,3): Otro de los apuntados. Criterioso, buena pegada, ayer se retiró ovacionado.

23—Blanco (6,8): Jugó sólo ocho partidos pero fue determinante, con su talento y velocidad, en la recta final. Clavó el 1-0, un golazo, contra Central.

5—Pelletieri (6,4): De lo mejor. El cabecilla de una banda de pibes que juegan con criterio y sudor. Fue seleccionado en el 07.

18—Fritzler (6): Culpable de uno de los goles del torneo: el 2-1, de cabeza, a Tigre. Antes y después, regularidad.

8—Valeri (6,6): El crack. Se consagró en el 4-3 a San Lorenzo y, salvo con River, luego la rompió en los partidos chivos. Un presente enorme.

10—Acosta (6): Intermitente pero igual decisivo. Venía de ser campeón juvenil en Canadá.

9—Sand (6): Implacable. Arrancó con una roja ante Independiente y después arrasó con 15 goles en 16 partidos, y muchos clave.

21—Aguirre (5,5): Empezó en buen nivel y perdió el puesto cerca del final. Le faltó agresividad.

28—Viera (5,5): Fue el reemplazante de Hoyos y tuvo una aplaudible regularidad. Está lesionado.

31—Biglieri (5,4): Jugó 11 partidos y en cinco entró desde el banco. Una hábil alternativa. Casi siempre insinuó más de lo que concretó.

11—A. Peralta (5,3): De mayor a menor. También entró en más partidos como suplente.

Nota: se seleccionó a los titulares de ayer y a quienes jugaron, mínimo, ocho encuentros. El resto: Salomón, Diego González, Nelson Benítez, Sigali, Roberto Jiménez, Manicero, Quintana, Ledesma, Faccioli y Lagos.

"Porque este año, de Lanús Este..."

Así se despidieron, bandera en mano, desde la tercera bandeja de la Bombonera, más de 3.000 granates. Unos cuantos más, callados, se infiltraron entre Xeneizes...



MARTIN MACCHIAVELLO mmacchiavello@ole.com.ar


El llanto triunfal unió a la hinchada y a los colados.

Ya no huele a orina en esa escalera hedionda. Todo es Chanel número 5 en la bajada más triunfal de la historia granate. En la catarsis más gloriosa de todos los tiempos. Cuando cantar y llorar se confundían, apiñadas, en cada metro cuadrado, allá arriba. Ya no había palabras que guardar debajo del velo de la mufa. Campeón, término complejo y exclusivo si los hay, salía fácil después de casi 93 años de práctica.

Desde el tercer anillo de la Bombonera se lograba contemplar bien chiquito ese logro enorme. Pezzotta se apiadó de ese montón de corazones sangrantes, morados, granates, le pidió la bocha a Bossio, evitó un lentísimo saque de abajo en el cuarto minuto de descuento y, a las 19.11 del domingo 2 de diciembre de 2007, ahora de manera oficial, sin fantasmas, con envidiosos enterrándose un par de estaciones más al Sur, le daba definitivamente el OK a ese himno de barrio, contenido, tan esperado como estas Navidades que se acaban de adelantar por Ramón & Cía.

"Sí, sí, señores/ yo soy Granate/ sí, sí, señores, de corazón/ porque este año, de Lanús Este, de Lanús Este/ salió el nuevo campeón...", retumbaba en los laberínticos pasillos boquenses. Sí, desde la tercera bandeja al mundo. Y, como quien no quiere la cosa, un poco más allá también...

El Grana rompió mitos, quebró fronteras. Y no sólo por los miles de fanáticos que se clavaron virtualmente, vía Internet, vía satélite, en Brandsen 805. Mucho más cerquita. Los hinchas lograron lo que el Prosef porteño negó. Meterse en La Boca, de cualquier modo, para ser testigos de un sueño. Y todo valía por Lanús. Sobre la última tira de la popu que da al Riachuelo, los pibes se soltaron de a poquito. ¿2.860 tickets vendidos? Je. Esa tribuna explotaba. También sus adyacencias... Tempranito, tipo 10, de kerusa, unos cuantos se dieron una vueltita por Casa Amarilla para comprar plateas de 60 mangos a 250. ¿Populares? Más barato, 14 pesitos, más riesgos también. Pero... A nadie le importaba nada. Los pibes de la Reserva se paseaban del palco de prensa a la tribuna. Los plateístas a la fuerza esquivaban policías, superaban la reja y cambiaban su silencio por un grito desaforado. Un show de obligadas restricciones que, al final, dejó de lado al careteo. Nadie se quiere ir en plena entrega de medallas. Todos quieren fotografiarse con la Copa. Dar la vuelta. Hasta que salta la ficha y la cita se traslada hacia Guidi y Arias. Se van todos. Por esa vieja escalera que huele a Chanel. Bah, casi todos. A lo lejos, entre Xeneizes que refunfuñan, un padre llora como loco junto a su hijo. Ya no tenía anteojos de sol. No hacían falta.


"Gracias a River"

El Pepe, autor del gol, se lo dedicó al club "que me vendió". Un guerrero que se acostumbró a ganar todas sus batallas.



PABLO VICENTE pvicente@ole.com.ar

Es para ustedes... Pepe se lo dedicó a su familia, su gente de Corrientes y a los hinchas.



Gracias a River que me vendió...". A José Sand le brotan las lágrimas como los goles durante este torneo inolvidable. Ya pasó el cabezazo del campeonato, los festejos en la cancha, la euforia en el vestuario y vino la dedicatorias frente a los micrófonos para el club en el que no le tuvieron fe... Ya pasó todo eso que quiere que no pase nunca y, entonces, cuando encuentra un minuto de paz, sentado solo en el primer asiento del micro que llevará al campeón hacia su casa, el goleador se relaja y cierra su celular después de leer el enésimo mensaje. Y ya no puede evitar el llanto.

Por esa cabeza ahora no pasan goles sino todas las emociones. El recuerdo de su Bella Vista natal, en Corrientes, desde no le paran de llegar saludos: "Recibí muchos. Me pone muy feliz. Esto es un sueño hecho realidad", confiesa. También le cruza el alma el agradecimiento a la familia: "Esto es para mis dos hermanos, para mi vieja que me bancó cuando me iban a dejar libre, para mi hija, para mi esposa y también para mí porque este año pasé muchas cosas". Y, claro, enseguida le viene a la boca el sabor de la revancha... Porque, al fin y al cabo, ésta es la gran revancha de José Sand.

Porque, como en la cancha, cuando pelea en el área, supliendo carencias con su corazón generoso, protegiendo la pelota como pocos, el goleador también tuvo que lucharla afuera. Sus pergaminos de goleador histórico de las Inferiores de River no los pudo revalidar en Primera y no quedó libre por esas cosas del fútbol. Pero encontró la continuidad y los goles en Banfield y al año siguiente siguió creciendo en Colón. Las puertas de River se le cerraron definitivamente cerradas y, tras esos dos préstamos, apareció Lanús. Apostó fuerte por Sand, al punto que se desprendió de Graf y Fabbiani, y se la jugó con una gran inversión (1.500.000) porque, según el ojo de Cabrero, ése era el goleador que el equipo necesitaba para transformar en goles el buen juego que garantizaban Valeri, Blanco y Acosta. Y vaya si acertó: 15 en 16 PJ, la metió en 12 partidos diferentes, 10 veces convirtió el primero, sus goles dieron 26 puntos y se transformó en el máximo goleador del club en torneos cortos. Y eso que tampoco fue fácil el comienzo en el Sur...

No sólo con el cartel de refuerzo estrella tuvo que lidiar Pepe. También con su pasado en Banfield, nada menos, y con una pésima presentación en sociedad tras la expulsión en el debut ante Independiente, por protestarle al árbitro. Pero justo con Banfield empezó a torcer la historia. En el clásico gritó dos veces y, al menos, se puso de su lado al hincha de Lanús. A los otros, como los de River que lo insultaron por el gol en el 1-3 en el Monumental, los de Colón que también lo recibieron mal en Santa Fe y a los de Banfield, se acostumbró a tenerlos de enemigos.

"Este grupo se merecía el título. Esta es una alegría muy grande e inolvidable". Tan grande y tan inolvidable como sus revanchas.

Mensaje en una botella

Los hinchas de Boca quisieron arruinar la fiesta granate arrojando de todo desde las tribunas y plateas vip. Así la vuelta olímpica no pudo darse entera.



ARIEL CRISTOFALO acristofalo@ole.com.ar

Un saldo de la trunca vuelta: Villani terminó con un corte.

La fiesta fue completa, que no queden dudas. Pero algunos quisieron que no fuera así. Apenas terminado el partido, el anuncio violento hacía pensar que peligraría en parte el festejo grana: "Llegás a dar la vuelta y de La Boca no te vas", sonó desafiante.

Fue así que una vez emprendida la tradicional vuelta olímpica de jugadores, cuerpo técnico, la gente de Boca se encargó de interrumpirla con botellas, piedras, palos y un largo etcétera, cuando los campeones se dirigían al arco que da a Casa Amarilla. Chiquito Bossio fue quien guió al grupo y pegó un volantazo para evitar la lluvia de violencia. Pero no contaban con que las plateas vip bajas y medias iban a comportarse de la misma manera. En medio de la caótica situación Donato Villani, médico, personaje y, sobre todo, fanático de Lanús, recibió un botellazo que lo cortó en una mejilla.

Después intentaron agredir a los jugadores cuando hicieron el famoso avioncito hacia el trofeo, de cara a la tribuna de socios Sur. O cuando se fueron por la manga, otra odisea.

Así, la vuelta olímpica no fue completa. La fiesta, sí.


Tan famosos como pasionales

Nino y Cordera, dos que sumaron millas para no perdérselo.

Nino Dolce y el Pelado Cordera mezclados en la hinchada.

Son famosos, conocidos fuera del mundo del fútbol. Pero son también tan hinchas como los que palpitaron el título en la Bombonera o por pantalla gigante en Guidi y Arias. Nino Dolce y Gustavo Cordera hicieron lo imposible por llegar a ver consagrarse a su querido Lanús estando a miles de kilómetros de distancia. Pero llegaron a tiempo para ver al Grana a pesar de las dificultades.

Nino participaba de un show en Comodoro Rivadavia, pero lo curioso es que al no conseguir pasajes para regresar en avión, gastó 3.500 pesos en un taxi que lo trajera sin escalas. En tanto que el Pelado había viajado el lunes pasado a México para promocionar su nuevo trabajo discográfico "De ahí soy yo" y se vino especialmente para estar frente a Boca. Ambos fueron a la popular y gritaron junto a la 14 durante todo el partido. Sí, dos locos por el Grana que demostraron que su pasión no entiende de fronteras.



El amor nació en el clásico

FERNANDO OTERO fotero@ole.com.ar

Goleador con cotización millonaria, José Sand empezó a devolver billetes sin demoras. La tarde del martes 28 de agosto llegó al Florencio Sola sin rencores, a un terreno que había ocupado dos temporadas antes, cuando con el verde y blanco de Banfield le había dado disgustos a Lanús. La gratitud de los anfitriones tuvo la modestia del silencio. Pepe se habrá preguntado si la indiferencia era preferible a los agravios prematuros, si el ninguneo de los hinchas locales era la mejor recepción ahora con el granate pegado a la piel. Le alcanzó un tiempo para transformar la ignorancia en catarata de insultos. En un clásico con cambios en el resultado, con expulsados de los dos lados y ataques generosos, Sand mostró en diez minutos qué debe esperarse de un delantero en alerta. En el área chica y de anticipo, de afuera y con resolución pie a pie frente a su custodia, Pepe rompió la quietud del inicio y convirtió su infidelidad al Taladro, lo que marcaba el compromiso profesional, en una declaración de amor instantánea de la gente de Lanús, que rápido archivó el prontuario del nueve. El idilio se selló con dos besos y se consumó con una vuelta.


Granate mundial

La consagración de Lanús dio que hablar en todo el planeta. Los principales diarios de España, Italia, México, Chile y Uruguay, entre otros, se refirieron al "histórico título" que consiguieron los de Cabrero. Y resaltan que es el equipo del barrio donde nació el Diego.

Los principales diarios del mundo reflejaron hoy la gran conquista del flamante campeón Lanús, que ayer empató 1-1 con Boca en La Bombonera y se dio el gusto de consagrarse por primera vez en su historia.

El diario Mundo Deportivo, de España, destaca que "este campeón es el resultado de años de trabajo bien hecho, de la conjunción perfecta de jugadores, cuerpo técnico y dirigencia".

Por su parte, Marca expresa que Lanús "se proclamó campeón del torneo Apertura 2007 del fútbol argentino, título que logra por primera vez" y precisa que "al equipo dirigido por el español Ramón Cabrero (ex jugador del Atlético de Madrid) le alcanzaba un punto en este último partido con Boca para alcanzar la gloria y lo consiguió (1-1)".

En tanto, Sport titula: "Lanús se estrena como campeón" y recuerda que "el Apertura es su primer título nacional, aunque Lanús ya lucía una Copa Conmebol, de la época que lo dirigía Héctor Cúper y jugaba Ariel Ibagaza, actualmente en el Mallorca".

En Italia, el periódico La Gazzetta dello Sport le dedica un espacio en su tapa al equipo granate mientras que en su nota menciona la simpatía de Diego Maradona, "nacido en el Policlínico Evita, de esa comuna de la provincia de Buenos Aires". El diario italiano también resalta el gol de cabeza convertido por José Sand, "para el festejo de unos 3.000 tifosi presentes en La Bombonera".

El Mercurio, de Chile, comenta que "un humilde club de la periferia del sur bonaerense hizo caso omiso a la presión de jugar un partido clave en La Bombonera y le sacó pecho a un Boca en crisis, decidido a ponerle el broche a una campaña sin tropiezos".

En México también se habla sobre el Granate. El diario deportivo Ovaciones hace referencia al empate 1-1 contra Boca y destaca el tanto convertido por el correntino José Sand, en el primer tiempo.

Según el diario El País de Montevideo, Lanús es un "campeón histórico" y resalta que es su primer título local "en 92 años de vida".

Hicieron historia

El Granate consiguió un título local por primera vez en sus 92 años de vida. Reviví paso a paso el camino hacia la consagración.


Cuando había sumado un solo punto en las primeras tres fechas del Apertura, seguramente no eran muchos los que presagiaban un desenlace con el título bajo el brazo. Lanús se repuso, construyó una campaña fantástica y terminó coronándose campeón del fútbol argentino por primera vez en su historia.

En las siguientes 16 fechas, el Granate acumuló once triunfos (sólo volvió a caer en la novena fecha, contra River) y, una vez que llegó a la punta, no se bajó más. El último miércoles, luego de la goleada contra Gimnasia LP por 4-0, el conjunto de Ramón Cabrero ya se había asegurado el primer puesto. Con el empate de hoy frente a Boca, terminó por consagrarse y pudo dar la vuelta olímpica. Salud, Lanús. Salud, campeón.

No te vayas, Ramón

Es el ruego de todo el pueblo granate, que quiere mantener a Cabrero. El DT tiene contrato hasta mediados de 2008 pero advirtió que podría dejar el club. "Yo ya lo tengo hablado con los dirigentes. Si me sale una oportunidad de un equipo de afuera, de España o México, tengo una cláusula de palabra y me puedo ir antes de junio", tiró.


CONDUCTOR. Cabrero llevó al Grana a lo más alto.

Lanús no para de festejar y está bien que así sea. Pero el futuro de varios jugadores y, en especial, la continuidad del técnico Ramón Cabrero ya preocupa a los hinchas. Justamente el entrenador es quien, por estas horas, tiene más chances de emigrar, pese a que su contrato vence en junio de 2008.

"Yo ya lo tengo hablado con los dirigentes. Si me sale una oportunidad de un equipo de afuera de España o México tengo una cláusula de palabra y me puedo ir antes de junio. No me iría en enero o febrero, una vez que comencé. Ahí esperaría a junio", dijo Cabrero en una extensa charla con el programa Hay equipo, que se emite por radio Mitre.

Luego, cuando le preguntaron si Zubeldía sería su sucesor en el Granate, Cabrero fue tajante: "Luis se va a venir conmigo", tiró el DT, quien no negó que lo hayan llamado del Betis, club que echó ayer a Héctor Cúper.

Respecto a los planes que tiene para el equipo, en caso de que siga en Lanús, Cabrero sostuvo que ya tiene todo definido en cuanto a la pretemporada. Sin embargo, aclaró que en relación a las transferencias todo dependerá de los que se vayan. "Para comprar vamos a esperar si se vende algún jugador y a partir de eso veremos que hacemos".


Fuente:www.lanus.com.ar
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Diario La Nacion

Lanús campeón

Gloria granate: un éxito que reivindica el juego y la nobleza de valores

El equipo de Cabrero empató 1 a 1 con Boca y obtuvo el primer título de primera división en su historia; Sand, de cabeza, convirtió el gol; mostró orden y personalidad para superar el examen de la Bombonera; coronó un proyecto nacido en las entrañas del club

En su lista de campeones, el fútbol argentino debe hacerle lugar a un nuevo miembro, a un graduado que hasta ayer no figuraba en sus registros. Y será justo que la bienvenida a Lanús sea con todos los honores, con el debido reconocimiento a sus contrastados méritos. Porque los valores y virtudes de Lanús son los que sirven para prestigiar al fútbol. Campeones hay muchos, pero no todos pueden ser señalados como modelo. Lo de Lanús trasciende la conquista del primer título de su historia porque supo transformarse en un ejemplo. En un fútbol muchas veces esquizofrénico, en el que el ruido tapa a las voces, en el que el apuro no deja tiempo para saber dónde se está parado, Lanús representa el éxito de la mesura, las ideas claras y las convicciones firmes. Porque nunca se creyó más de lo que era, llegó más lejos que nadie en el Apertura. Porque nunca se sintió menos que nadie, superó cualquier complejo que podía heredar de una historia sin vueltas olímpicas.

La de la Bombonera fue la última prueba que debía superar para ser campeón. Y Lanús estuvo a la altura del desafío. No hizo un partido espectacular ni de colección, pero sí lo disputó con la debida seriedad y personalidad. Ponía a examen su carácter y temperamento para manejarse en situaciones límite. Y salió indemne, fortalecido, en un ambiente en el que la hinchada de Boca puso más presión y empuje que el equipo de Russo.

Lanús reivindica la cualidad de lo futbolísticamente sencillo, de las verdades simples de este juego. También del respeto por las reglas, el rival y el público. No hay ni un vestigio de malas artes en la coronación granate. La nobleza de comportamiento también debe figurar entre sus créditos. No es poco en un fútbol que, en general, tiende a justificar cualquier medio para alcanzar el fin.

Para Lanús, el aliento que bajó de las tribunas locales fue más intimidante que la exigencia que le planteó Boca. Los hinchas, con un apoyo ruidoso, le crearon a Boca un compromiso que tuvo por respuesta un despliegue confuso y una inocultable falta de juego. Más allá de varias ausencias obligadas, Boca transmite una sensación de pérdida de rumbo. La formación que eligió Russo no pareció la más acertada. Gracián llegó para cubrir el hueco que había dejado Riquelme, pero ayer fue suplente de un Bertolo que estaba arrumbado. El uruguayo Bueno no justificó la titularidad. Desperdició tres situaciones de gol (dos de ellas, luego de que Palermo le hiciera de pivote), y quedó más en evidencia cuando ingresó Boselli, que se entendió mucho mejor con Palermo. De hecho, luego de una combinación entre ambos se produjo el empate de Boca.

Lanús casi nunca tuvo el encuentro bajo su exclusivo control, pero tampoco pasó por grandes zozobras. Boca le peleó la zona media y no le dio muchos espacios ni oportunidades para que sus volantes impusieran su reconocido manejo de la pelota. Pelletieri y Fritzler estaban más ocupados en ayudar a la contención que en la distribución del juego.

Lanús es un equipo que necesita la pelota para hacerse fuerte; no es de los que conceden el dominio y especulan. Pero aun sin una marcada posesión del balón, siempre le queda la velocidad de movimientos para inquietar. Blanco y Acosta son dos ardillas para ganar las espaldas de los marcadores, y Valeri acorta distancias con su pegada de billarista.

El valor de un goleador se potencia cuando surge en encuentros con escasas ocasiones. En ese panorama, Sand, un delantero al que también hay que medir en su generosidad para aguantar la pelota y soportar los choques con los zagueros, desniveló con un cabezazo en un córner.

Si ya estaba sereno, el gol le dio más tranquilidad a Lanús, mientras Boca se repetía en los pelotazos a Palermo, cuyo empate no trajo mucha incertidumbre sobre el desenlace final. Caranta evitó el gol ante Sand y Blanco en dos contraataques. Lanús ingresaba en su hora más gloriosa. Empezaba a ser algo más que un club que hasta ahora se conformaba con insinuaciones. Dio el gran paso que le faltaba, siendo fiel a un ideario y estilo forjados en sus entrañas. "Lanús campeón" queda grabado en letras de molde con la ambición y fuerza de los pioneros.

15 Lanús se convirtió en el decimoquinto equipo que obtiene un título argentino de primera división; el antecedente inmediato era Argentinos, en 1984

Por Claudio Mauri
De la Redacción de LA NACION


CLAVE I
Unión y compromiso


Lanús, a lo largo del Apertura, siempre tuvo en claro cuál era su identidad: las divisiones inferiores aportaron la estructura y los refuerzos puntuales se acoplaron al proyecto.

CLAVE II
Buen ojo para reforzarse


A la hora de cubrir los puntos flojos del equipo, Lanús tuvo un gran acierto con la contratación de José Sand, vital por sus 15 goles y la cuota de experiencia.

CLAVE III
Un estilo reconocible


Más allá de mejores o peores rendimientos, Lanús siempre apostó por el juego asociado, el buen control de sus volantes y las rápidas transiciones para pasar al ataque.

Valeri, el talento solidario: "Todo traté de hacerlo para el equipo"

El mediocampista, de 21 años, fue el mejor jugador del campeón en el certamen; sufrió por una seria lesión y estuvo cerca de irse del club

Es el Diego de Lanús. Al menos así lo despiden en cada ovación. Se trata de un saludo casi obligado. Valeri aporta el sello distintivo en la marcha del campeón. Fútbol de galera y bastón, dicen algunos. Bastante parecido a su ídolo, Juan Román Riquelme, aportan otros. La fantasía en la cancha se condice con la matemática: con un promedio de 7,06, le correspondió la mejor calificación de LA NACION a lo largo del torneo en el equipo granate.

Habla pausado y piensa mucho lo que dice. Quizás haya influido su afición por la lectura. Entre los autores favoritos no duda y nombra a Eduardo Galeano. También dice que repasa una y otra vez la Biblia, infaltable en la mesa de luz de todas las concentraciones. Valeri es distinto dentro y fuera de la cancha.

Nació en Valentín Alsina hace 21 años y siempre jugó en Lanús. "No tengo palabras, esto es algo histórico. Para nosotros, los chicos del club, que además somos hinchas, todo esto es muy especial, es un momento único. Salí campeón con mis amigos de toda la vida, y eso no lo paga nada. Recuerdo que cuando era chico les alcanzaba pelotas a Lagos, a Fritzler, Pelletieri... Imaginate la alegría que tengo, no lo puedo creer... Era muy chiquito cuando el equipo salió segundo, en el Clausura de 1998. Esto es para la gente y para que lo disfrute. Ojalá ahora Lanús se meta en el lote de los equipos más importantes", comentó en ese final que lo vio empapado, al igual que a sus compañeros.

Su mamá, Mónica, insistió para que nunca bajase los brazos en su carrera como futbolista. Ella, según el mismo Valeri, sabe mucho de fútbol y juega muy bien. Fue el primer impulso. Debutó en primera hace cuatro años, a los 17. Avisó temprano de sus pulidas condiciones: buena pegada, ubicación y visión de juego. Al principio alternó entre reserva y primera en varios partidos. Luego, hace dos años, justo cuando parecía afirmarse tras la confirmación del DT Ramón Cabrero en el cargo, se rompió los ligamentos de la rodilla derecha.

La recuperación fue larga. Aunque Valeri dice que, con el respaldo de la familia y los amigos, se hizo mucho más fácil. Volvió: muchos partidos en la reserva, otros tantos en el banco de los suplentes. No se reinsertó rápidamente en la primera. Mucho influyó el buen momento de Marcos Aguirre y de Sebastián Leto, ahora en Liverpool, de Inglaterra. Quizás ésa haya sido su peor etapa.

Cómo habrá sido la situación que en una charla con Cabrero le comentó su intención de irse del club por la poca continuidad. Más o menos, las palabras del entrenador fueron éstas: "Pibe, ni loco dejo que se vaya un jugador como usted. Va a triunfar en Lanús, acuérdese..." . El destino cumplió con Cabrero, pero el que cumplió con los dos fue Valeri. "Todo traté de hacerlo para el equipo... Más no puedo pedir: fue mi primer torneo de lleno, uno puede salir campeón, dejar una huella...", comentaba ayer. Como ocurrirá con un par de compañeros más, el año le tiene reservada aún una emoción de otra índole: se casará a fines de mes.

Fina estampa, pases medidos, goles importantes... Valeri fue trascendental en la campaña de Lanús. Lo miraron desde todos lados. El primer interesado por sus condiciones fue Juventus, de Italia, que se fijó en él como eventual sucesor del checo Pavel Nedved. Ahora se comenta que está tras sus pasos Atlético de Madrid; incluso la versión señaló que el club español habría ofrecido cerca de 9.000.000 de euros. "No estoy apurado por irme. Por ahora sólo pienso en Lanús. Esperé mucho para afirmarme en la primera y disfruto mucho este momento. ¿Si voy a jugar la Copa Libertadores? No sé... Ahora quiero festejar, nada más. En verdad, no sé qué será de mi futuro, pero puedo decir que de un club como Lanús uno nunca va a despedirse."

Valeri habla con madurez. Sin estridencias, con jerarquía y elegancia, se ganó un lugar entre los líderes de Lanús.

6 goles anotó Valeri en el torneo: convirtió ante San Martín (SJ), San Lorenzo, Huracán, Gimnasia (J), Rosario Central y Gimnasia (LP).



Sand: el hombre que anticipó que llegaba para algo importante

Se incorporó hace seis meses en busca de una revancha personal y su potencia goleadora le valió un lugar de privilegio en la conquista


La cara de José Sand se desfigura con un grito desgarrador que nace de sus entrañas. Hay furia, pasión, alegría, desahogo... un remolino de sensaciones. La Bombonera también sintió la potencia de un goleador que juega con bravura, que disimula con amor propio algunas imperfecciones técnicas. Muchos rivales sintieron la misma sensación cuando se enfrentaron con el hombre que viste la camiseta N° 9. Sí, Sand, de 27 años, es el nombre que guió con sus conquistas a Lanús a su tiempo más glorioso, a ese momento único y burbujeante.

Llegó a comienzos del Apertura y se sintió a gusto de entrada, como si hubiese entrado en un ambiente bastante familiar. Lanús hizo una buena inversión por él: le pagó a River US$ 1.500.000 convencido de su capacidad. Su pasado en Banfield, el rival de siempre, no pareció un condicionamiento. Dijo que venía a ser campeón y pocos le creyeron. El cumplió, vaya si cumplió.

Al principio se llevó algunas miradas de recelo, sobre todo después de ese debut que le deparó una expulsión ante Independiente, en la caída por 5 a 3. Se recompuso de la manera que mejor sabe: gol tras gol. A algunos no les gustaron sus festejos. Empezó a ganarse a la gente contra Banfield, sí, justo en el clásico, con dos tantos que los celebró con el corazón. Lo mismo hizo cuando le convirtió a River, su cuna futbolística, y eso le valió días de controversia y reproches. Sand nunca cambió.

"No sé qué piensan aquellos que me piden que no grite los goles contra mis ex equipos. Siempre me tuvieron de acá para allá y nadie apostó por mí salvo Lanús. Este club pagó mucho por mi pase y me dio toda la confianza. Voy a matarme por esta camiseta y a dejar el alma para salir campeón." Y Sand cumplió, vaya si cumplió.

Los últimos partidos de Lanús dejaron en claro su importancia dentro del plantel. Y esta vez no sólo se habla de los goles, sino de la garra, de la confianza. Cuando aparecieron los nervios, Sand los aplacó. Cuando Lanús se sintió inseguro, Sand lo calmó. Cuando se insinuaron los primeros fantasmas, Sand los alejó. Con cara de malo, se movió dentro del área y se aferró al empuje.

Sand hizo el gol ante Boca y calmó los ánimos de Lanús. Como siempre, besó la camiseta, la alianza y se lo dedicó a su familia. Luego señaló a la tercera bandeja de la Bombonera, donde 2800 hinchas granates bramaron desde lo alto. La comunión pareció eterna.

La locura de los festejos lo desbordó hasta las lágrimas, pese que intentó no quebrarse. No pudo. En el medio de las notas, el llanto describió la emoción del momento y un montón de recuerdos se le cruzaron por la mente. Buenos y malos. No quiso desprenderse de la camiseta con la que jugó ayer. Nunca se la quitó. Ni en el festejo en el campo ni durante el delirio en el vestuario. Se la guardó como un propio tributo que quedará en el arcón de las reliquias.

Dicen por Lanús que ya llueven las ofertas por él. Es más, se habla de una propuesta de Deportivo La Coruña, de España, de siete millones de euros. Con la Copa Libertadores de 2008 en vista, en la que Lanús jugará el repechaje, los dirigentes no quieren desprenderse de Sand. El dice que le gustaría quedarse un tiempo más. Ya se verá... Por ahora, el hombre que pone cara de malo en sus goles está de festejo en festejo. Y Lanús, eternamente agradecido.

15 goles Anotó José Sand en el Apertura, de los cuales tres fueron de penal; su promedio fue de un tanto por partido, ya que jugó 15 encuentros en el certamen; resultó su mejor marca en primera.

4 tantos Los que el correntino José Sand les convirtió a sus ex equipos: dos a Banfield, uno de ellos fue de penal; uno a Colón y uno a River, club en el que debutó en primera.

Por Francisco Schiavo
De la Redacción de LA NACION



"Ahora me puedo retirar tranquilo"

Ramón Cabrero vivió a los 60 años su tarde de gloria en la Bombonera; pensar que estuvo retirado del fútbol, pero volvió y hoy es un DT que dignifica la profesión; está convencido de que todo lo que es se lo debe a Lanús; tiene un mensaje simple y es respetuoso con los jugadores


Esta vez, no se despeinó en la corrida de un gol o por la bronca generada por una desobediencia táctica de Diego Valeri. Esta vez, Ramón Cabrero se despeinó de felicidad. Cargado sobre los hombros de un hincha o hasta del mismo plantel, las canas al viento no significaban otra cosa que la vuelta olímpica de Lanús. Del sueño cumplido. De la consagración de un hombre que no necesitó del torneo Apertura 2007 para demostrar que es un ganador. A los 60 años y luego de más de 25 años de trayectoria, le llegó la hora del reconocimiento a un entrenador que dignifica la profesión. Menos mal.

Menos mal que Cabrero fue campeón. Menos mal Ramón, que se cansó de aquel negocio de ropa que había puesto con su señora y amigos, y decidió volver al ruedo tras vivir nueve años fuera del circuito futbolístico. Menos mal que lo convocó el Panadero Díaz para que regresara con la 4a. y 5a. división de Racing y que Lanús, su club de siempre, le abrió las puertas en 2003 para después, en el Apertura 2005, darle el mando de un barco que había quedado a la deriva tras el alejamiento de Néstor Gorosito. Desde aquel 13 de noviembre, por la fecha 14, nunca más dejó a su querido Lanús. Tomó al paciente en una situación de emergencia en el 1-1 ante Newell s y hoy no le puede bajar la fiebre , pero de felicidad, de tanta celebración. No tuvo mejor manera de festejar los dos años en el cargo. "Yo me hago mala sangre como todos, pero no dramatizo al máximo, como se hace ahora. Esta profesión se transformó en algo de vida o muerte y no debe ser así", dijo siempre, aunque recién ahora se lo escucha.

Menos mal que después de dirigir mucho tiempo en el ascenso y en el interior del país, encontró su lugar en el mundo en Lanús. La entidad granate confió en su proyecto y lo respaldó, porque supo que por encima de las ideas futbolísticas estaban las formadoras y educativas. Justo él que define al fútbol como una jungla de presiones y que entiende por qué los jugadores prefieren jugar un minitorneo de PlayStation antes que ver la Champions League. Porque a Ramón le pasa lo mismo. Llega el martes o el miércoles, y en lugar de ver un partido por Copa Libertadores se distiende con el canal Volver.

Menos mal que no es un DT mediático. "En esta profesión te podés equivocar en una táctica o en un cambio, pero al jugador le tenés que decir siempre la verdad", y agrega que mañana, el mejor elogio que le pueden hacer es reconocerlo como "un buen tipo". No le importa si un jugador que pasó por sus manos piensa que "no sabía nada de fútbol", siempre que no lo cuestione como persona, como hombre de bien. Dice lo que piensa sin excusas. Y una vez en la carrera, no le tembló el pulso: "Merecemos ser campeones porque Lanús es el mejor equipo".

Algunos dudaron cuando dijo las frases: "Tengo terror de jugar en la Bombonera" o "firmo el empate con las dos manos y los dos tobillos", pero él sabía que el mensaje, puertas adentro del vestuario visitante, sería distinto. "Hoy llegó el día de demostrar que somos los justos campeones. Depende de nosotros y no vamos a dejar que nada ni nadie nos quite este logro", les dijo sin levantar demasiado la voz. Es que no hace falta ser enérgico para demostrar seguridad. Luego del empate agregó muchas cosas, pero vale resumir su felicidad en cinco palabras: "Ahora me puedo retirar tranquilo".

Cree que el equipo debe estar por sobre todos, pero tiene debilidad por Valeri y Pelletieri. Igual, si le preguntan qué futbolistas tienen futuro de selección o europeo agregará a la lista los apellidos de Blanco, Aguirre, Acosta y Fritzler. Oficialmente dirá: "Lanús tiene un cóctel de jugadores grandes y jovencitos brillantes". Entiende a los jóvenes quizá porque él como jugador, un volante ofensivo "más técnico que luchador", también vivió todo muy rápido, ya que debutó a los 17 años en primera (en la década del 60), a los 20 ya lo había comprado Newell s y luego estuvo ocho años en Europa. Sueña con dirigir a Racing de Santander o algún otro club español, pero por ahora sólo piensa en la Copa Libertadores 2008.

Ascendió en 1986 con Italiano, del Nacional B a primera, pero esto es distinto, único. No se confundió con el subcampeonato conseguido con Lanús en el Clausura 2006. Mantuvo sus ideas. El 5 de abril de ese año, el conjunto granate venía de golear a River 4 a 1 y, a seis fechas del final, antes de jugar con Newell´s, en Rosario, Cabrero dijo: "Nosotros también queremos ser campeones". En aquel momento debió conformarse con el segundo puesto, detrás de los xeneizes, pero él no se desesperó. "El único consejo que me atrevo a darle a un joven es que el fútbol siempre da revancha", definió hace un tiempo. Vaya consejo, ¿no, Ramón?

92 partidos dirigió Cabrero a Lanús, de los cuales ganó 44, empató 26 y perdió 22. Sacó el 57,24% de los puntos y es el DT con mayor continuidad en primera; ante Banfield dirigió 4 clásicos: ganó 2, empató 1 y perdió el restante.

Por Christian Leblebidjian
De la Redacción de LA NACION



Con el corazón al Sur

La fiesta granate estalló en La Boca y siguió en Lanús, donde miles de hinchas vivieron el partido por pantalla gigante; una emoción que marcará la historia del barrio

Lanús nos recordó que se puede, y es muy saludable, llorar de alegría. La felicidad de los bautismos es irrepetible por la propia naturaleza del acontecimiento. Es una fiesta en la que confluyen generaciones, porque marca un punto de inflexión en la historia.

En lo alto de la Bombonera, riéndose del sol, 2700 hinchas obran como embajadores: hay otros miles a los que la inflexibilidad de Boca les impidió sentirse partícipes de un día único. El calor los envuelve, pero no pararán de cantar y de saltar en toda la tarde. Los otros, los que no consiguieron el lugar en la tercera bandeja, los esperan y los miran desde casa: casi con la misma tensión, pero en familia, frente a una pantalla gigante en el estadio Néstor Díaz Pérez, allá en el Sur.

La mirada objetiva dirá que la tarde nunca le planteó preocupaciones verdaderas a Lanús, pero igual ¿cómo gambetear los nervios? El grito de campeón estaba contenido y se soltó con naturalidad sólo después de que Sand saltó hacia el gol y Cabrero liberó su euforia con una corrida loca hacia la cancha. Esa fue una de las dos explosiones antes de la explosión final: la otra, el gol de Argentinos. Pero entre ambas volvió la tensión, especialmente con el 1-1 de Palermo.

No había por qué... Pero allá, en Lanús, nadie, tampoco, quería festejar de antemano. Si en La Boca estuvo la primera línea granate, en el Sur el acompañamiento fue como de vecindario. Pero de un vecindario de 20.000 almas, que en el momento de mayor efervescencia iba a duplicarse. Chicos jugando en el césped con botellas de plástico, familias completas, gente mayor. A ellos también les golpeó el ánimo el gol de Palermo.

No hacía falta acuerdo para sincronizar el estallido. Detonó en esa bandeja de la Bombonera, rebotó en el banco de suplentes, se esparció en el campo de juego, prolongó su onda expansiva en el Sur. Sí, Lanús campeón. Lanús campeón por primera vez, para los optimistas, para los incrédulos... Para la familia propia, para la contra, recordada en infinidad de cantitos. Para la Bombonera, que se privó de la orgullosa vuelta olímpica, esta vez reducida a un paseo mínimo: cuando los jugadores se acercaron a los palcos los recibió una profusa variedad de objetos arrojados por hinchas de Boca y la policía desvió la caravana triunfal hacia el campo, tal vez por precaución. Desde la platea xeneize bajó un aplauso hidalgo, pero desde la popular, no: "Si dan la vuelta de La Boca no se van...". Se les dio el gusto. Una estupidez.

Pero eso era una nimiedad en el espíritu festivo que envolvió a Lanús, a sus jugadores y a su gente. El podio y la copa los esperaban y fueron hacia ellos con vestuario para la ocasión: camisetas con la inscripción Lanús campeón Apertura 07, que secretamente esperaron su momento. La siguiente estación de la felicidad fue un vestuario hacinado, vaporoso, espeso, eufórico. Entraban todos. No quería salir nadie. Sonaban los bombos, los redoblantes. Uno, a cargo de Carlos Flores, el arquero suplente. "Ya se acerca Navidad... Para todos los de Banfield, el regalo de papá...", fue el estribillo más mentado, con la dirección orquestal de Rodolfo Graieb. Allí andaba Mauricio Romero, ahora en Morelia, de México, pero todavía parte de este grupo que dejó formalmente hace seis meses. En ese espacio convulsionado y ruidoso hubo tiempo para un detalle propio de gente comedida, respetuosa: Nicolás Russo y otro par de dirigentes granates esperaron para estrecharse en un abrazo con Miguel Russo, DT de Boca y con pasado como entrenador de Lanús.

Pero había que volver al Sur, a casa. Un rato después de las 20, el plantel emprendió el viaje, en ómnibus. Ingresó en la cancha a las nueve y cuarto de la noche, en un escenario ya cubierto por un hormiguero de hinchas que habían consumido parte de la ansiedad sacándose fotos con los celulares, caminando de rodillas en el campo, bailando, arrancando césped para guardarlo en alguna bolsita eterna. Llorando. En ese caos alegre no era posible una vuelta olímpica: hubo un intento precario, fallido. Cada jugador era foco de un pequeño tumulto, porque obviamente no faltaron los buscadores de souvenirs: no hubo futbolista que haya demorado más de un par de minutos en quedar sólo con el slip. Algunos, como Cabrero y Zubeldía, pagaron peaje sin darse cuenta: al técnico le robaron un reloj, y a su ayudante, dinero que tenía en el bolsillo.

La fiesta se metió en la noche y se hundió en la madrugada. Seguirá hoy, mañana... Se quedará en el espacio atemporal de tantos corazones que tal vez creyeron que nunca la vivirían y que hoy hablan con el sentimiento de aquella pequeña banderita que se agitó en una tribuna, en el Sur: "Si me muero, que sea hoy".

40 mil hinchas había en el estadio granate cuando llegó el equipo; en la Bombonera fueron 2700.

F. Schiavo y E. Vinueza Rojas

Tres momentos clave en la campaña del campeón

Clásico, una satisfacción y un punto de despegue

En la quinta fecha, Lanús apenas empezaba a recuperarse de un comienzo muy flojo, con dos caídas y un empate en el arranque. Recibía a Banfield en el Sur, y el clásico terminó significando el primer punto vital en el recorrido del campeón. Con dos goles de José Sand, Lanús consiguió una victoria especial desde lo anímico y se sintió en carrera por primera vez.

Ante Estudiantes, un desahogo sobre la hora

En el medio de sus dos partidos ante Vasco da Gama por la Copa Sudamericana -la serie con los brasileños terminaría significando la despedida del equipo en el certamen continental-, Lanús optó por un equipo con muchos suplentes para jugar con Estudiantes. Un encuentro dificilísimo, trabado, en el que el campeón debió afrontar casi la mitad del segundo tiempo con un hombre menos, por la expulsión de Sigali. Sobre la hora, el peruano Roberto "Malingas" Jiménez anotó el gol del triunfo.

También ganó en el duelo entre las revelaciones

La 15a fecha fue la de los clásicos, pero el partido más interesante estaba en el Sur, entre las dos revelaciones del torneo: Lanús y Tigre. Tampoco fue sencillo para el equipo de Ramón Cabrero, que empezó ganando con un gol de Sand pero sólo por un rato, hasta el empate de Lazzaro. En el segundo tiempo, un cabezazo de Matías Fritzler puso al equipo en la recta final hacia el título.


Tradición de buen juego y alma de barrio

Fundado en 1915, Lanús se consagró en el ámbito local y agregó la conquista a la de la Copa Conmebol, en 1996; de los Globetrotters de 1956 a los Albañiles, Silva y Acosta

Se demoró, pero al fin se encontraron en esa esquina del Sur que siempre imaginaron. No se conocían, pero se reconocieron con apenas una mirada. La gloria abrazó a Lanús después de 92 años. El sueño de esos jóvenes entusiastas que comenzó el 3 de enero de 1915, según marca la placa de su fundación, alcanzó hoy su punto máximo, su coronación. Es el tiempo de Lanús. Nadie lo duda. Son momentos únicos, de efervescencia, de ebullición, de descubrimiento. Son días en los que, inexorablemente, la mente se remonta a aquellos otros tiempos...

La idea original de lo que hoy es Lanús surgió en los salones de una entidad social llamada Del Progreso, allá en la calle Ayohúma (hoy, 9 de Julio) al 80. Un grupo de vecinos quiso darle forma a una institución con gran arraigo popular. Esa tarde de enero, tras muchas conversaciones con los representantes de Lanús United, un club que actuaba en la división intermedia y que atravesaba una situación económica desesperante, se llegó a un acuerdo. La fusión dio como resultado el Club Atlético Lanús.

El acta original dice que lo fundadores fueron Juan Rasetto, Iribarren, V. Damonte, F. Galarza, Silvio M. Peri, A. Echevers, los hermanos Giardulli, A. Freites, E. Tellegorri, M. Ferrario, C. Laborie, Carlos H. Pointis, P. Míguez, M. Iguzquiza, L. Aríloz, D. Villar, J. Jhonson, B. Gazcón, P. Dacrema, J. Messeguer, L. Sudrez, J. A. García, R. Castañy y Miguel Usaray, que fue elegido presidente.

El apodo de "granates" se debió a la decisión del arquitecto Carlos H. Pointis, que decidió que el equipo de fútbol utilizara una camiseta de ese color, con cuello y puños blancos, pantalón blanco y medias negras. Siempre se pensó en una actividad social integral. Así se practicaron desde el comienzo disciplinas como tenis, natación, ciclismo, tiro al blanco, críquet, gimnasia, esgrima y aviación.

La era profesional del fútbol, en 1931, encontró a Lanús en el círculo superior. El equipo ya había dado una muestra de su sello en 1927, cuando salió tercero, detrás de la San Lorenzo y Boca, aun en la etapa amateur. Como dato peculiar, la asociación decidió reducir el número de equipos en primera en 1934. Así, Lanús se fusionó con Talleres, de Remedios de Escalada, aunque la unión sólo duró un campeonato.

Fueron tiempos en los que Lanús marcó un estilo de juego prolijo y al ras del suelo. Las campañas oscilaron, aunque quedó el recuerdo de los grandes jugadores. Como el batallador zaguero Atilio Ducca, que jugó 291 partidos entre 1935 y 1946, y que formó parte de una recordada defensa: Carreras, Strembel y Ducca. O como Luis Arrieta, el máximo goleador de la historia granate, con 120 conquistas entre 1939 y 1944.

En 1949 conoció por primera vez las categorías del ascenso. La reacción fue inmediata y regresó a la elite al año siguiente. Incluso terminó como líder en la primera rueda del torneo de 1951, algo único para un equipo ascendido. Mucho tuvo que ver el delantero José Florio, luego transferido a Italia. El ritmo decayó en la segunda rueda y Lanús terminó quinto.

Pero lo más recordado de la década del 50 será el conjunto conocido como los Globettroters del fútbol. La formación era casi inamovible: Alvarez Vega; Pratto y Beltrán; Daponte, Guidi y Nazionale; Carranza, Lugo, Alfredo Rojas, Urbano Reynoso y Moyano. En ese conjunto ya alternaba también José Manuel Ramos Delgado. En 1956 logró su mejor campaña hasta ese momento y fue subcampeón, detrás de River, con sólo dos puntos de diferencia.

Cayó otra vez a la B en 1961 y volvió en 1965 a la A, donde se mantuvo hasta 1970. Por esa época formó otra vez un equipo ofensivo, armónico y elegante, en el que se destacaron Manuel Silva y Bernardo Acosta, apodados los "Albañiles", por la cantidad de paredes que ensayaban por partido.

Entre ascensos y descensos, la peor etapa llegó a partir de 1977, tras un controvertido descenso frente a Platense, por penales, en el que un jugador de los calamares ejecutó dos tiros. Al año siguiente, Lanús bajó a la C, en la que se mantuvo hasta 1981, en una caótica situación económica, con más de 200 juicios y una deuda de casi US$ 2.000.000.

El relanzamiento comenzó con la unidad política. Fueron casi diez años de reestructuración hasta que regresó a la A, con el debut de Miguel Angel Russo como DT y con el regreso de Héctor Enrique, campeón mundial en México 86. También con Russo descendió en la temporada siguiente y fue campeón de la B Nacional en 1992. Ya no hubo más bajones.

Ya no trastabilló en la A desde entonces. El punto culminante lo conoció de la mano del DT Héctor Cúper, con el que ganó la Copa Conmebol en 1996, en un conjunto en el que se destacaron Carlos Roa, Daniel Cravero, Oscar Mena, Hugo Morales, Ariel Ibagaza, Ariel López y Claudio Enría. Ese conjunto también dio pelea en los torneos locales, aunque siempre se quedó sin fuerza cerca del final. Entre campañas irrelevantes, sobresalieron los subcampeonatos en el Clausura 98, dirigido por Mario Gómez y con Gustavo Bartelt como goleador, y en el Clausura 2006, ya con Ramón Cabrero, y con la mayoría de jugadores surgidos en el club, como Leandro Gioda, Mauricio Romero, Agustín Pelletieri, Sebastián Leto y Rodrigo Archubi, entre otros.

Pero nada se compara con estos tiempos dorados: gloria deportiva y bonanza institucional. Es la hora de Lanús. Y merecido está.

  • Respetó la costumbre e hizo gala del semillero
    Acostumbrado a nutrirse de los jugadores de las divisiones inferiores, Lanús siguió la misma receta en el Apertura. El DT Ramón Cabrero llegó a primera desde el cargo de coordinador del fútbol juvenil. De un plantel de 28 jugadores, 17 son de las inferiores. Además, sólo Leonardo Sigali, Adrián Peralta y Roberto "Malingas" Jiménez están a préstamo.


Francisco Schiavo












fuente: www.lanacion.com
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

si si señores yo soy granate si si señores de corazon x que este año de lanus este salio el nuevo CAMPEON!!!La verdad q' si me`pongo a pensar hay que estar bien emocionado Imaginate que se yo la gente q' siguio a Lanus desde que nacio desde q' lanus se creo y murio :'( pero,la verdad yo tengo 15 años y soy de Lanus me gusta pero yo un dia cuando era chica estaba mirando tele y mi hermano m dijo estamos punteros yo re contentaaa si pero despues vino mi hermano y me dijo no no estamos mas primero yo me puse a llorar por que los putos de bocaa estaban primero nunca odie tanto me puse a llorar:
PD:banfield segui participando

 
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