A partir de la contratación de Ramón Cabrero, y a causa del padecimiento de sostener Gorosito como técnico del primer equipo, la conducción del club puso en práctica un plan del que se puede discutir su eficacia, puesto que aún está en etapa de prueba, pero del que no se puede negar su originalidad: La formación y promoción del futuro técnico, quien es designado en simultáneo a la asunción de su antecesor. La gestión de éste puede durar cinco años, tanto como cinco meses, depende de las circunstancias. No hay un reglamento. Se aprueba o se rectifica según se evalúa a la hora establecida por la finalización de los contratos, o incluso, como ocurrió con Zubeldía, se interrumpe el mandato antes del tiempo acordado por escrito, por carecer dicho acuerdo de sentido. A Ramón le siguió Zubeldía, y se mantuvo en el cargo durante casi cinco campeonatos. Gabriel Schurrer, era público, estaba designado de antemano como su sucesor. El vínculo con Zubeldía se interrumpió al naufragar definitivamente su obstinada idea futbolística. Aunque sería poco serio argumentar que las ordenes de Luís eran mal recibida por sus jugadores. Nunca, ninguno, salvo algún despechado que perdía el puesto, han manifestado ese pensamiento. Durante cuatro campeonatos, con actores varios y muchas promesas de la cantera buscando su lugar en el primer equipo, Lanús intentó aplicar la estrategia predilecta del técnico, con un elenco conformado por jugadores que entregaban todo su esmero en la empresa. Pelearon dos campeonatos, participaron en tres Copas internacionales, pero no pudieron evitar la derrota en cada choque decisivo. Arsenal y Vélez en 2008; Independiente en 2010 por la clasificación, y Universitario por la Copa. En el quinto semestre se produjo el quiebre, y a cinco fechas del final se adelantó el traspaso del mando, con la intención de aprovechar esos compromisos para que el nuevo entrenador haga sus evaluaciones, evitando también que el desgaste se acentúe en la continuidad contractual de algo que ya no existe.
Mucho se discutió por aquellos tiempos. Algunos hinchas apoyaban el “golpe por golpe”, y con el paso de los meses fueron dejando de sostenerlo. Otros sentían una mística devoción por la figura del entrenador, mas allá de sus aciertos o sus errores. Otros lo sostenían por lo acertado de su gestión formadora, pero criticaban sus decisiones tácticas. Y otro grupo, el más numeroso, afirmaba que todo era una cuestión de falta de refuerzos. Impuesta esa idea se fueron sucediendo los torneos y finalmente hubo coincidencia en que el ciclo de Zubeldía ya no tenía norte. Por eso, ya en tiempos de Schurrer, con la llegada de Valeri, el Pulpito González, Araujo, Carranza y Camoranesi muchos simpatizantes granates descontaron que el problema estaba resuelto. Y con la llegada de la esposa y los hijos de Regueiro, en consonancia con la fecha inicial ante Arsenal, en la que el moreno fue la gran figura, se convencieron de que todo puede resolverse con decisiones políticas .
Si bien durante los tres primeros partidos del nuevo ciclo algunas respuestas individuales ilusionaron -Valeri, Pizarro, Pelletieri, Goltz y Ledesma, junto al mencionado Regueiro- aparecieron muchos problemas para armar la defensa, el equipo jamás encontró el funcionamiento acorde, pero le alcanzó para sumar seis unidades sobre nueve. El brillo que por momentos mostraba su juego cautivaba, yese embeleso por lo que podría ser, desplazaba a la preocupación por lo que no era como debía ser. En eso estaba en la cuarta fecha, la del choque ante el clásico rival, el punto de inflexión para la consolidación definitiva. La situación era propicia, Lanús llegaba mejor. Así se comentaba en las tertulias familiares, en los atrios de las iglesias, en las salas de espera de los prostíbulos, e incluso en las reuniones de Tupperware organizadas por las vecinas de la ciudad pasional y futbolera, entusiasmadas por la marcha del primer equipo, y por eso volcadas al consumo irreflexivo.
En Banfield el fútbol granate no acudió a la cita, y los defectos se hicieron presentes de manera más que elocuentes, quedando expuestas algunas decisiones de Gabriel Schurrer al rechazo y el descontento de sus parciales. Solo el amor propio de los jugadores estaba en pie, y salvó al equipo de un resultado adverso más abultado. En la tarde del sábado ante Gimnasia, la tendencia se acentuó de manera despiadada, y Lanús, además de jugar aún peor, dejó la imagen del hastío, el desconcierto, e incluso una aparente falta de compromiso, y varios futbolistas dejaron escapar alguna disidencia con el entrenador ante la prensa. Un plantel conformado por muchos valores que no son del club, hombres de experiencia probada y largo recorrido algunos, complementado por varios jóvenes que deberán luchar en desventaja para obtener un puesto en el equipo, al menos en los últimos años es algo inédito en Lanús. Por eso, Schurrer afronta un desafío mayor que Zubeldía, quien no por nada era renuente a la llegada de este tipo de refuerzos. La imagen dejada por Lanús ante Gimnasia aplastó la colilla del optimismo, algo que parece acentuarse con cada cambio que el entrenador ordena antes y durante los partidos. El equipo fue despedido con silbidos, y el Chucho es el principal destinatario de las críticas. La gente empieza a comprender que no todo se soluciona con refuerzos.
Ahora deberán buscar la resurrección en Mendoza ante un Godoy Cruz con la cabeza puesta en la Copa Libertadores. Es momento de tomar conciencia y que cuerpo técnico y plantel, al menos los referentes, se sienten a conversar en profundidad acerca del presente y el futuro del equipo, porque si bien se dilapidó la ventaja de contar con los refuerzos al comienzo de la temporada, la pobreza general del fútbol argentino sugiere que a pesar de lo perdido, Lanús aun está en carrera para la obtención del título, si es que Schurrer logra imponer una conducción futbolística que entusiasme por igual a sus hinchas y a sus dirigidos. No solo su continuidad está en juego, sino también la de la iniciativa más ambiciosa y original surgida del seno de la conducción del club en los últimos años.
por Marcelo Calvente
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